Hoy, un personaje sale de la estación que hay entre la 8 av. con la 42 th, con un sombrero con muchas banderitas y haciendo literalmente el pato. Lo seguí hasta que le perdí la pista con la 39 th. En los pasos de cebra, agitaba los brazos acompañando sus graznidos. Todavía, los curtidos viandantes de Nueva York, pueden sorprenderse de la fauna variopinta que circula por la ciudad: perros con calcetines morados que pasean por las calles resbaladizas de Brooklyn, un muchacho adormilado en el metro con un garfio como mano.
N. Y. como describió Josep Renau, pasa de la monumentalidad y opulencia más contundente, a la miseria más brutal, no hay término medio. Lo cual permite, como en la guerra, odiar el “next, next…” de los ávidos dependientes, y conmoverse con la humanidad de algunos gestos, que también los hay...”

Javier Lasén
N. Y. Enero de 2000.